Según mi familia, para que yo finalmente aceptara lo que estaba pasando, debía escribirle un epitafio. Sin más, lo único que brotó en ese momento de mi mente y ahora se expresa sobre la lápida de mi mamá, fueron las siguientes líneas:
Te llamé esposa, y me brindaste felicidad. Te llamamos madre, y nos llenaste de amor. Te llamamos abuelita, y nos colmaste de cariño.dios te llamó por tu nombre, y ahora te comparte su reino.
Su suposición, no sirvió de nada, porque a la fecha, sigo entregando lágrimas a su recuerdo.